El ejercicio de hoy consistía en abrir el diccionario por dos partes distintas, y con las dos palabras que saliesen, construir un relato.
Me han salido:
- Brujita: Nombre de tras plantas afines, una de flores amarillas, otras de flores blancas y otra de flores rosadas.
- Gluglú: Onomatopeya del sonido de la voz del pavo.
Espero que os guste
Brujitas y gluglú
La abuela ya no sonríe cuando le mordisqueo la nariz ni cuando jugamos a imitar animales. Muchas veces se olvida de mi nombre, pero repite historias de cuando era pequeña. Mañana es su cumpleaños, y no me gusta verla así. Buenas noches, diario.
Amaneció el día seis de mayo con un sol escurridizo
entre el húmedo ambiente de la costa habanera, y Amable dio un salto de la cama
dispuesto a hacer realidad el sueño de aquella noche. Abrió la ventana de su
habitación y ahí estaban, en el jardín, tal como las había soñado, las primeras
brujitas de la primavera. De unos tallos verdes, frágiles, y cubiertos de rocío,
pendían unas flores como faldas de hada, de pétalos triangulares y una corona
de estambres que hipnotizaban con su baile. Bajó las escaleras de puntillas,
como cuando jugaba a espías con su padre, y abrió la verja del patio con tal
delicadeza que ni tan siquiera chirrió. De la caseta del jardín sacó una pala
de mano y con todas sus fuerzas la hundió debajo de las brujitas, obteniendo
una perfecta pieza de barro, césped y flores, que colocó cuidadoso en un
macetero que encontró por allí, y guardó a la sombra de la vieja sabina. Tenía
que volver a la cama, pronto mamá iría a despertarlo, era día de colegio.
La mañana pasó rápido para Amable, que deseaba que
la tarde llegase pronto y la tarta de merengue y chocolate presidiera la mesa.
Llegó a casa a eso de las cinco de la tarde y ya
estaban allí sus padres y su hermana. Comenzaron a preparar la fiesta de
cumpleaños de la abuela mientras la casa poco a poco se llenaba de todos sus
primos y tíos, que nunca se perdían esta fecha tan especial.
Después de la merienda-cena llegó el momento de la
tarta y los regalos. El pequeño Amable corrió hasta el patio, y volvió orgulloso
con su regalo entre manos y una sonrisa de emoción a conjunto con la ilusión de
sus ojos.
- - Para ti, abuela
Algo cambió en su rostro. La inexpresiva cara de la
abuela se tornaba de nuevo amigable, las arrugas reaparecían y se intuía lo que
parecía ser una sonrisa.
- - ¡Son brujitas, Amable! Muchísimas gracias, mi
hijo.
Todo estaba saliendo tal y como lo había soñado, de
manera que se acercó a la oreja de la abuela por detrás y le dijo: “Gluglú,
gluglú”. La abuela, para desconcierto de todos, estalló en una gran carcajada y
repitió “Gluglú, gluglú”, volviendo de nuevo a reír, llegando incluso a dar
pequeños saltitos por las contracciones de su cuerpo en la silla de ruedas. La
hermana de Amable y sus primos se unieron “Gluglú, gluglú”, y todos a coro reían
con estruendosos graznidos, convirtiendo aquella casa en una loca granja de
pavos.
Amable veía la escena abrazado a su abuela, que
después de un año, había vuelto a jugar con él a los sonidos de animales.