lunes, 12 de diciembre de 2011

La perfecta línea difusa

La puerta de roble de mi habitación estaba cerrada, dejaba una pequeña rendija por la que podía ver la luz y las sombras de la realidad. Yo estaba allí delante, desvelado de mi tácito sueño vespertino, expectante, añorante, ensimismado en ese fino hilo de luz que serpenteaba hacia mi casa, que penetraba mis fronteras.

El sonido del tercer despertador me hizo recuperar la consciencia y comencé un camino de introspección en busca de la causa del ensimismamiento que, de forma repetida, se venía sucediendo desde hacía unas semanas. Primero pensé en los agobios de la universidad, cada día eran más los folios apilados que, como un retante, me miraban fijamente desde la segunda balda del escritorio; Descarté esa opción. Luego pensé en los proyectos futuros, en los cursos a organizar, en los proyectos en los que colaborar... me pareció que tampoco era esa la causa de mi delirante cataplejia.

Creo que llegué a la conclusión cuando una sombra que destruía el difuso perfil del reflejo me provocó un escalofrío en forma de sorpresa; Fue como una aflicción pero de esas que te gustan, de las que son placenteras. Sabía que estaba esperando a alguien, la llegada de esa persona especial; Me levanté dando un salto de gacela desde la cama y, tras escurrirme con la moqueta imitación a madera del frío suelo de mi habitación, conseguí llegar al pomo dorado que vestía mi puerta en su lado izquierdo. Con agitación y miedo me atreví a abrir. Mala suerte, tan solo era un movimiento de las cortinas el causante de la rotura de la perfecta línea difusa blanca de debajo de la puerta de roble de la habitación. Espero que la próxima vez tenga mayor fortuna.

Gus

En este caso no es una disquisición mental ni un debate interno el que propicia la publicación de un nuevo texto en este blog de inocentes, es la necesidad de promulgar nuevas ilusiones y nuevas metas.

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